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Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

miércoles, 15 de junio de 2011

Cuando fuimos a Cuba I

PAISAJES CUBANOS - BARACOA

Cuando fuimos a Cuba, la primera sensación fue de agobio. Nos resultaba difícil respirar con las altas temperaturas y la humedad ambiental a la que, a duras penas, logramos acostumbrarnos.

Nos envolvió su exhuberante vegetación, que para nosotros, acostumbrados a los áridos paisajes de Aragón, era como estar en una continua selva.



Cuando llegamos a Cuba, aterrizamos en Santiago de Cuba para, desde allí, recorrer toda la isla.

Una de los primeros lugares que pudimos conocer fue Baracoa, a la que llegamos en autobús y por la carretera, recordando el viejo son de Antonio Machín:

"A Baracoa me voy,
aunque no haya carretera,
aunque no haya carretera,
a Baracoa me voy"

Ahora ya hay carretera, si bien serpenteante.


En Baracoa, disfrutamos de idílicas playas en soledad, acompañados por el silencio, el sol y el rumor de las olas.





Acompañados también por las palmeras, que nos miraban benévolas desde lo alto.




No dejare de mencionar la oportunidad que tuvimos (y aprovechamos) de degustar un coco que se había caido allí mismo.


Un delicioso aperitivo ofrecido por los inmensos árboles tropicales que nos rodeaban.




Estar en un lugar tan hermoso te da la tentación de no moverte de allí,  y perderte en la contemplación y el disfrute de los sentidos.






El entorno, la temperatura y que estábamos de vacaciones nos invitaba a dejarnos llevar por lo más fácil.



Pero no es una propuesta que nosotros contemplemos más de un breve instante, pues son otros los paisajes a los que nos queremos acercar. Queremos conocer Cuba, queremos conocer sus ciudades, sus gentes...





Fue allí, en la ciudad de Baracoa, en la provincia de Guantánamo, donde descubrimos que más alla de la inigualable belleza natural de sus playas, guardaríamos en nuestro recuerdo las imágenes que nos daban las casas y la gente, en un día cualquiera, elegido al azar.

Sin pensar el momento en que las fotografías eran tomadas.

 








Poco a poco nos iríamos acostumbrando a los rincones cubanos. 




Al pasear por cualquier calle, al contemplar aquellos edificios, aquellas personas, se es consciente de la realidad de la isla. 





Así y todo, fuimos acostumbrándonos a los desvencijados edificios que parecían ir a permanecer del mismo modo por siempre jamás.

A la sensación de tiempo detenido. Gente que espera, gente que conversa, gente que nos mira.


Hablamos con ellos. Con toda la gente que nos encontramos por los caminos. Todos tenían su historia.

Todos tenían una sonrisa sencilla y plena que deseaban compartir con nosotros. 

"¿Conocen a Legrá? Es de aquí, su hermano vive ahí mismo...", nos dijeron unos hombres que charlaban animadamente.






También hubo tiempo para la Baracoa más cultural.
La que nos llevaba a los orígenes de la isla.



Pudimos ver la llamada "Cruz de la Parra", que la historia cuenta que está hecha con una madera que Cristobal Colón trajo a Cuba.




Conservada hoy en la catedral ha resistido a algún que otro incendio y aunque hay quien dice que no pudo ser traida desde España en alguna de las carabelas de nuestro almirante, este y otros acontecimientos convierten a la ciudad en uno de los primeros lugares de su desembarco en 1492.




Nos acercamos hasta la iglesia de Baracoa, donde se venera a la Virgen de la Asunción.



Primera iglesia parroquial de la isla de Cuba en la que, si la wikipedia no miente, Fray Bartolomé de las Casas intentaría cristianizar a unos cuantos indígenas no demasiado convencidos.


Pero la tarde va cayendo y nuestra mirada observante quiere recoger las imágenes finales del día para grabarlas en la memoria, así es que volvemos al inicio.

Volvemos al mar.

Fue allí, en la bahía de Baracoa, donde disfrutamos de los atardeceres más bellos.

No hay palabras que alcancen a describirlos, ni pincel alguno podría llevarnos a revivir el instante mágico en que fueron captados.

Allí quedaron, y las fotografías no son sino un lejano espejismo de su esencia viva.



Fueron muchas las imágenes que tomamos de Cuba, pero de Baracoa conservamos un recuerdo especial y entrañable, que nos hace dedicar a la pequeña ciudad situada al este de Cuba nuestras humildes palabras de agradecimiento por su entrañable acogida... cuando fuimos a Cuba.

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