BIENVENIDO

Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

domingo, 25 de septiembre de 2011

VACACIONES EN RODAS - FIN DE VIAJE


29 junio de 2011 

 Para el último día no tenemos reservada ninguna ruta fuera de la ciudad. Se lo dedicamos íntegramente a Rodas. Así es que después del desayuno nos vamos a la ciudad vieja sin más tardar.

 Primera visita: La mezquita de Soleimán el Magnífico.



Se trata de un edificio ubicado en lo que primero fue Iglesia de los Apóstoles. 

Construido en honor del Sultán tras la conquista de Rodas en 1522. Se conservan las fachadas del periodo de los caballeros, pero enriquecido con el carácter de la arquitectura otomana.


En plena ciudad antigua los minaretes de la mezquita de Soleimán forman parte de su inconfundible silueta. 













 Hoy vamos a entrar a verla.


Nos descalzamos, como es preceptivo en las mezquitas, y entramos.



El suelo está alfombrado, lo que nos permite pasear por el interior del edificio con mucha comodidad. 

 Tiene un encanto especial y, aunque no está precisamente consagrado al culto, hay algún turista, de religión musulmana, que aprovecha para rezar sus oraciones en el interior.


Más tarde visitamos también la biblioteca musulmana, que está justo enfrente.

 Fundado en 1794 por el turco Rodino Ahmed Hasuf, contiene manuscritos persas y árabes y una colección de coranes escritos a mano en pergamino.

Un edificio bien conservado que cuenta con jardín. Tras la conquista turca de la isla, las construcciones de los caballeros fueron conservadas. Eso sí, se enriquecieron con la influencia oriental.

 Las adiciones más características fueron los baños, fuentes y los balcones de madera, cerrados en las fachadas, sobre las callejuelas estrechas.


Es una zona muy bonita para pasear por aquí. Y hablando de los turcos pasaremos al siguiente tema y punto del recorrido, ya que resultaron ser bastante tolerantes con otras comunidades, por ejemplo con los judíos.

En el Barrio Judío, algo alejado de la parte central de la ciudad, hallamos un monumentos a los mártires judíos asesinados en los campos de concentración nazis.
La plaza en la que nos hallamos, fue bombardeada durante la 2ª guerra mundial, había una pequeña fuente, sustituida hoy, por otra con unos caballitos de mar. 

Pero vayamos atrás en el tiempo… Durante el reinado de los Caballeros, los judíos de Rodas (cuya presencia data del siglo II) fueron relegados a la sección sudeste de la ciudad vieja y en el año 1500 expulsados de Rodas por uno de los Grandes Maestres. Los turcos decidieron repoblar la sección judía e invitaron a judíos de diferentes partes de su Imperio a venir a Rodas. Si los judíos que había anteriormente eran griegos y seguían el rito llamado “romaniote”, resulta que los que llegan a Rodas en la época turca, son los sefarditas que, tras su expulsión de España en 1492 hallaron refugio en el imperio otomano. Curioso ¿no?

Vamos a visitar la sinagoga "Kahal 
Shalom".


Allí nos recibe Samuel con un sonoro “Shalom”. Yo suelo llevar un foulard grande para echármelo sobre los hombros cuando entro en las iglesias, así es que ya voy bien. A mi marido le ponen el típico gorrito hebraico (no recuerdo el nombre) y nos invita a sentarnos para hablar con nosotros.  

Cuando se entera de que somos españoles comienza a hablarnos en su lengua, o sea la que trajeron los judíos sefarditas y conservaron, el ladino, el judeo-español. Nos pregunta si le entendemos y la verdad es que sí, perfectamente, salvo algún matiz. Es como oír hablar en una especie de castellano antiguo. Nos cuenta lo de la comunidad judía, descendiente de los judíos expulsados de “Isabella, la católica”. 

Nos cuenta que la mayoría llegaron de Toledo. Y allí permanecieron en Rodas, en la Judería, hasta el negro periodo del nazismo. Así en 1944 los judíos de Rodas fueron llevados a los campos de exterminio de Aushwitz y mientras decía esto, nos enseñó su marca en el brazo. Así pues, él era un superviviente. Sería casi un niño entonces. 

De los mil seiscientos setenta y tres miembros de la comunidad judía que fueron deportados, sobrevivieron 151 habitantes.



Hay una placa conmemorativa con el apellido de las víctimas. 

 Visitamos la sinagoga, que sigue el estilo tradicional sefardita, en la que se celebran servicios religiosos para los turistas judíos o los residentes en Rodas. Son ahora muy pocos y esta es la única sinagoga de la ciudad. Llegó a haber seis.



Hay un pequeño museo que también visitamos.



Ha sido muy interesante estar aquí. Me llevo un libro que cuenta las penas y avatares de un judío sefardita durante la segunda guerra mundial y que actualmente vive en Argentina. Seguimos paseando por las calles que están junto al Barrio Judío que tienen el interés de no estar ya en la zona turística, así es que te encuentras a la poca gente “normal” que vive por el Barrio. Me vuelve a llamar la atención que la gente permanece con las puertas de sus casas abiertas.



Aquí y allá observamos pequeños detalles que hacen más sustanciosa la visita, como el ojo protector que suele haber a la entrada de las casas.


Motos, sillas...
Ropa tendida... 

Aprovecho para decir que no parece haber ningún problema en cuanto a seguridad. Todo es muy tranquilo. En un supermercado de la zona nos hacemos con unas provisiones para comer, ya que tenemos intención de ir un ratito a la playa en honor a las niñas, que están permitiendo que sus padres puedan hacer alguna visita cultural, de las que tanto les gustan. (Eso dicen) 

 Así lo hacemos, un ratito a una playa cercana, que será la última del viaje. Hace algo de viento, pero se remojan bien, sin importarles demasiado las olas que vienen y van.


Disfrutando como niñas. 

 Por la tarde volveremos al puerto. El Puerto Mandraki atrae como un imán. El azul del mar, las embarcaciones, los molinos de viento y las figuras de los ciervos que indican el lugar en el que pudo estar el coloso… es una imagen tan de Rodas, que suele ocupar las portadas de libros y guías.



Estuvimos por aquí el primer día y volvemos el último. Tienen algo de melancólico estos paseos en las últimas tardes, pasa en todos los sitios. Oímos hablar español más que el resto de los días en los que nos hemos movido por la isla y debe de ser por el desembarco de los cruceros.


Vemos a muchos cruceristas pasando la tarde aquí. La situación de los barcos es justo al lado de las murallas de la ciudad antigua, no sé el tiempo de que dispondrán, pero pueden aprovechar el tiempo dándose un paseo por la ciudad antigua, haciendo compras o alguna visita. Nosotros simplemente paseamos, observando las banderas de las embarcaciones de recreo y soñando (porque otra cosa no podremos hacer) en cómo será un viaje por el Mediterráneo a bordo de una de ellas.



En la ciudad antigua nos queda aún una visita pendiente. Entramos por una puerta por la que todavía no habíamos pasado junto al puerto. Llegamos al antiguo edificio del hospital de los Caballeros, en el que hoy se encuentra el Museo arqueológico de la ciudad.


La construcción ya tiene su historia, porque previamente a los caballeros, lo que había eran restos de una construcción romana. En 1440 se inició la obra por el Gran Maestre D,Aubusson que siguió líneas similares a las posadas bizantinas. Los otomanos lo usaron igualmente como hospital. Una vez más, la restauración corrió a cargo de los italianos durante la época de ocupación. Explico esto porque realmente en el Museo Arqueológico, el edificio merece una visita por si mismo. No podían haber encontrado un lugar mejor para la muestra de restos arqueológicos de todas las épocas. Amplios patios que están rodeados de galerías con escalera de acceso a los pisos superiores, igualmente con galerías. 

 Es una suerte haber dejado esta visita para el final, creo que lo haré siempre así. Y es una suerte porque así podemos apreciar mejor lo que vemos.



Hemos visitado yacimientos Arqueológicos en Rodas, hemos ido viendo capítulos de su historia tan rica y variada y ahora, tenemos aquí muchos de los restos que enlazan con unos y otros. Ahora todos los nombres nos suenan más, tienen un sentido que apreciamos mejor. Restos de la acrópolis de Rodas, de Yalissos, Lindos y Kámiros, las tres ciudades antiguas. Objetos que pertenecen a la vida que allí tuvo lugar alguna vez y que hoy nos hablan.



Helios, creador de Rodas en los relatos mitológicos, tiene un lugar destacado.
En una gran sala central también encontramos las inmensas lápidas funerarias de los caballeros con nombres de caballeros españoles, que por aquí estuvieron. 

 Mucha escultura griega, aunque la hallamos muy deteriorada, ya que esta isla ha sufrido demasiado en desastres naturales y humanos. Estos restos deteriorados lo atestiguan. 



En el museo, una escultura famosa, a la que mis palabras no van a hacer justicia alguna. La Venus marina, la increíble estatua de Afrodita, parece que del siglo I a de C., que se encontró en el fondo del puerto de Rodas, perjudicada por el agua del mar (“Estatua de mujer, periodo incierto”).


L. Durrell se recrea en su descripción:
“Apareció como nacida de la espuma, haciendo girar con lentitud su elegante cuerpo, de un lado a otro, como saludando a su público…” 
 Supongo que sus palabras me influyen, pues no me canso de contemplarla. Fue trasladada al Museo y allí está en una pequeña urna de cristal. 

 “… intensamente concentrada en su vida interior, meditando con gravedad sobre las obras del tiempo…” 

 Es de una delicadeza y una gracia que te deja pegado al cristal, desde el que sonríe, con su rostro de piedra lamido por el mar, a todo aquel que se acerque hasta ella.

 Nuestras hijas hace ya rato que se han cansado de esta visita y están esperándonos en el patio. Vamos a por ellas y les anunciamos que hemos terminado nuestras visitas culturales en este viaje.


Poco nos queda por hacer. De las compras, teniendo en cuenta que sólo llevamos equipaje de mano, tampoco podemos explayarnos mucho. Así es que se van a reducir a un icono (teníamos localizado un puesto en el que los pintan a mano) de la Virgen de Fileremo, algunos adornos con cuentas de cristal azul, que son típicos de aquí. Resultan visualmente muy atractivos y todavía se utilizan (los hemos visto incluso incrustados en el suelo de alguna casa) y algún marcapáginas, imanes… bueno, lo típico para regalar. 

 La cena, que tiene que ser un poco especial, ya que es el último día, la haremos en un restaurante ¡que no tiene camarero en la puerta invitándote a pasar! (esto es raro ¿eh?), está un poco como escondido en una callejuela, y se llama “Costas”. Es gratificante saber que pides cualquier cosa, sin saber lo que es y no te desagrada . Todo está buenísimo. Hoy, hasta pedimos media botella del vino típico “retsina”, tan aromático. 

Con él brindamos por Grecia y por la isla de Rodas.

 Volveremos a nuestra escalera en la plaza de Hipócrates (hemos venido todas las noches y hoy no iba a ser menos), a observar el ambiente.



Mañana ya no estaremos. Nuestro viaje comenzó y finalizó también en Bérgamo. Hasta allí volamos desde Rodas para coger al día siguiente nuestro avión a Zaragoza. La pequeña ciudad lombarda siempre nos reserva alguna sorpresa. Tenemos una tarde entera para pasear por la “Citta alta” y hasta podemos escuchar un concierto conmemorando a Garibaldi y en honor a los 150 años de la unificación italiana. Pero mi mente y mis pensamientos continuarán por unos días en Grecia y está decidido que al año que viene, volveremos a encontrarnos con sus dulces paisajes. 

Volveremos a contemplar el puro azul mediterráneo del mar Egeo. 

 Esta ha sido nuestra experiencia, que espero pueda ser de utilidad a algún futuro viajero a la isla de Rodas.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

VACACIONES EN RODAS VI

28 de JUNIO de 2011 - RUTA POR EL OESTE


Salimos hoy dirección CASTELLOS, o sea dirigiéndonos nuevamente a la carretera que se dirige a la parte oeste de la isla.


Quitando un comienzo sobresaltado de tráfico complicado. Sorteando quacks (o cómo se llamen esos lamentables vehículos que jóvenes turistas se empeñan en usar para desplazarse por la isla), y algunos otros obstáculos, la conducción es tranquila. Las carreteras pasables.
Conforme se va hacia el sur, menos gente, más soledad y carreteras que terminarán convirtiéndose en caminos sin asfaltar. Hoy tendremos una ruta solitaria.


Desplazarse al Sur significa ganar en el paisaje que contemplamos. Va convirtiéndose en algo más salvaje. Cada vez se ven menos casas, menos gente… el cielo y el mar se funden en un deslumbrante azul. Nos maravillan las olas rompiendo contra la costa desierta… Quiero retener estas imágenes conmigo. El mar Egeo.


El Castell, o Castillo de Kritinia, del s. XVI, es un castillo construido por los caballeros. Estamos más o menos como a la mitad de la isla. En Rodas se llega pronto a todas partes, tiene esa ventaja. Nos acercamos a hacer la visita y subir a este castillo medio en ruinas, cuyo emplazamiento lo convierte en privilegiado mirador.


Afortunadamente hemos arreglado la cámara. Las fotografías, hoy, saldrán solas.



“Fijaos bien, que esto tardaréis en verlo” digo a mis hijas. Y es verdad. Ni con la imaginación, un lugar tan bonito.



“Pero el castillo está en ruinas” dicen ellas.


No es necesario nada más. La restauración permite una visita adecuada. Unas escaleras y una pequeña puerta de acceso. No hay que pagar.



Simplemente ir hasta allí y verlo. Asomarse por murallas y mirar a lo lejos… 


Uno piensa en aquellos caballeros suspendidos en esas alturas vigilando Turquía y se estremece imaginando la áspera vida que llevaban.


Posteriormente vamos a hacer una pequeña incursión al interior para acercarnos a EMBONAS, un pueblo tradicional dentro de la zona vinícola, dice la guía.


En realidad yo que querido acercarme una vez más al interior, para ver los pueblos que surgen en la ladera de la montaña ATAVIROS, la más grande de la isla.


Emergiendo como un gigante, es el punto de contraste necesario en la isla.


Como ayer al dirigirnos hacia el interior, el paisaje recupera su verdor y hasta podría ser que nos encontráramos un ciervo por el camino. Señales hay de ellos.


EMBONAS también es lugar de tradición textil. Paseamos por sus calles, sin saber muy bien en qué dirección podemos solazarnos con alguna maravilla; compramos alguna provisión en un super y directos a la torre de la iglesia, lo único destacable en la localidad que pudimos localizar.




Bueno, y este curioso cartel de una taberna



Aquí vemos a muchos turistas que paran sobre todo a comer. Si nos fijamos en los precios, son mucho más baratos que en otros sitios. Pero para nosotros es demasiado pronto, así es que regresamos al coche a nuestro siguiente destino.






Será de nuevo un castillo, el de MONOLITHOS. Así es que deberemos recuperar el camino junto a la costa para llegar hasta él.


Vuelta a las exclamaciones admirativas, mientras seguimos bajando por la costa oeste en camino pegado a la playa. El azul es como un imán. Lo había leído, me lo habían dicho. Es verdad. Recordaré el color tan intenso de las aguas del mar Egeo fundidas con el cielo. No es de extrañar que esta isla haya sido hija favorita del Sol en la mitología griega.


Ahí vemos también a lo lejos Monolithos, y si para llegar al anterior Castillo hemos tenido que subir, para llegar a Monolithos, que es otro castillo, tenemos que bajar casi a pie de mar.

Monolithos vuelve a ser un castillo en ruinas, del siglo XV, con una espectacular ubicación, sobre un peñón escarpado de 240 metros de alto. En su interior está la ermita de San Pantaleón. Estos edificios, por su sencillez, recuerdan más a nuestras ermitas que a las iglesias.


Entrada gratuita, puerta abierta de la ermita. Lo visitamos todo. Hasta le ponemos una vela al santo.



Las fotos vuelan.




Cada rincón del castillo es una ocasión para tomar una fotografía. Hay algo entre aquellas piedras que permite conjugar la pasión de la imagen con el espíritu… Procuramos disfrutar del momento, y con cada foto que hacemos nos llevamos un poquito de Rodas con nosotros, para cuando estemos de regreso en casa. Las visitas no son apresuradas. No hace calor; tampoco hay mucha gente, lo que ayuda a moverse sin agobios.


Me gusta esta zona. Los paisajes de Rodas, suavemente han empezado a hacer mella en mí.



Es como si el ritmo de nuestra vida, en estos días hubiera empezado a ser más suave y cadente. Lejos las tensiones del primer día. Las niñas casi no protestan. La conducción es más relajada. La música griega que suena en la radio tiene un aire melancólico. Nos hemos acostumbrado a la sonoridad amable del idioma griego.


Rodas nos ha hecho suyos.


Seguimos con nuestra visita y nuestras fotos en las que el protagonista, siempre será el mar.


Decidimos comer en Monolithos y hoy tocará darnos un pequeño festín griego en un restaurante llamado “Panorama” precisamente por sus vistas hacia el mar.


Pedimos un plato de especialidades griegas, más ensalada griega, tzatziki, servido con tostadas untadas en aceite, pulpo y dos platos de espaguetis para las niñas. Todo riquísimo. Por unanimidad la mejor comida del viaje.
Junto con la bebida nos sale por unos cuarenta euros.


Descartamos quedarnos en la playa cercana a la zona, por el viento que corre que, seguramente impedirá el baño. Playas muy bonitas para verlas, pero no para bañarse. 


Así es que dirigiéndonos hacia el sur y nuevamente por el interior buscaremos alguna playa en la costa este, pero de camino haremos un alto en el Monasterio de Skadi, al que llegamos tras unos cuantos kilómetros en ascenso por una estrecha y curvilínea carretera que nunca se acaba.



Hemos visto ya muchas pequeñas iglesias y monasterios ortodoxos. Tan barrocos y a la vez tan sencillos.





Los iconos con las que está decorado su interior son fascinantes. Todos parecidos, todos diferentes.


Nos hablan de una devoción popular y fuertemente arraigada en la isla.







Me fascinan los iconos y los sacerdotes con su barba de pala. En el monasterio de Skadi hay uno que nos saluda con una apacible sonrisa. Parecen tener una misteriosa serenidad, estos sacerdotes. Será la religión o será la isla que hace que todos sonriamos más estos últimos días. No sé.


Una amable señora vestida de negro nos ofrece pastas y café.


Tras visitar la iglesia vamos a tomar el café y compraremos algunos recuerdos en la pequeña tienda que hay en el recinto.


No esperéis visitas espectaculares en Rodas. Son visitas sencillas y ahí precisamente reside su encanto especial. El que toda la isla irradia.


No vamos a bajar hasta el Sur porque no parece tener ningún punto de interés, más allá de decir que has ido hasta abajo del todo. Hemos cruzado de oeste a este y al sureste buscamos la tranquila y solitaria playa de Plimrji.


La esperábamos con poquita gente y adecuada para estar un rato. Lo que no esperábamos es que casi nos recordara a las playas de la “costa da morte” gallega. Realmente no hay nadie y se trata de una playa semisalvaje.


Hace viento, no invita al baño, pero sí a estar un buen rato mojándonos los pies y sobre todo jugando con las piedras de mil colores de su costa.



Se nos pasa el tiempo sin pensar. Estoy contenta de haber elegido este viaje y este destino.


Mi hija pequeña me pregunta que adónde iremos al año que viene. Buena señal. La verdad es que va a resultar complicado encontrar un destino tan redondo como este.


Volvemos a Rodas. Hemos dado la vuelta a la isla. Tiene las distancias perfectas para ser recorrida.


Parada en casa y vuelta a la ciudad medieval que ya no me parece un bazar impersonal, sino una versión actual de la mezcla de culturas que representa Rodas. Os aseguro que hice la prueba de cerrar los ojos y pude oír todas las lenguas imaginables.


La gente viene y va, pero Rodas merece algo más que una apresurada visita.


Mañana será nuestro último día y lo pasaremos en la ciudad.

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